14.5.11

89. Conociendo a la Vida y la Muerte.

Un día en sueños, desperté en medio de una calle. A un lado de la calle había puertas apiladas unas encima de otras. En el otro lado había casas. Casas copias unas de otras.

Había dos que me llamaron la atención, ya que la chimenea en ambas estaba encendida.

Al acercarme vi que tenían unos pequeños letreros. En una casa decía "Vida" y en la otra "Muerte".

Al entrar en la de la Vida me encontré con un niño. Puede que haya tenido unos cinco años, tal vez seis.

Hablé con él. Hablamos de las nubes y sus respectivas formas. Del sabor del Sol en unos labios que bostezan para despertarse.

Hablamos del olor del café y de la tierra.

Y en ese instante me di cuenta que no hablaba con un niño, sino con la sabiduría de la experiencia de los años.

Inteligencia en forma de inocencia, una inocencia que me enseñó que la Vida es dolor presente en cada día.

"Vivir es saber que un día llegarás a morir, porque eso es lo único cierto: la muerte" me dijo.

Me dirigí a la casa de la Muerte. Estaba en la misma calle, solo que a un par de casas a distancia.

La fachada era la misma, pero un aire de incomodidad me rodeó y fui cautelosa. Aguanté la respiración hasta que el mismo niño abrió la puerta.

Al observarme me dio una mirada de dolor aunque sus labios formaban una triste sonrisa.

Me agarró de la mano, entrelazó sus pequeños dedos con los míos y hablamos. De nuevo.

Hablamos sobre la lluvia, de lo bonita que nos parecía a ambos, su olor sincero y el sonido tan delicioso que hacia al estrellarse contra una superficie.

Le pregunté qué significaba morir. Miró nuestras manos unidas, dio un largo suspiro.

"Morir es saber que viviste, es una prueba de que alzaste la nariz y diste un victorioso grito. Morir no es sentir dolor, es dejar de sentirlo. Morir es vivir, porque vivir es empezar a morir".

88. Triste saber que tres de mis blogs favoritos dejaron de existir.