24.3.10

12. La prostituta.

Estaba acostada.
Era de esperarse, la verdad, que estaba dormida tan profundamente que a simple vista hubiesen pensado que estaba muerta.
Sus cabellos ocultaban sus ojos, su nariz, su boca…
Llovía como la típica madrugada de octubre. Cuando las gotas chocaban contra las ventanas de vidrio parecía el sonido de la risa un bebe.
Se despertó.
Un poco tambaleante y torpe.
Se apartó los cabellos de la cara y agarró el dinero que el hombre le había dejado.
La paga de una prostituta.

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