13.10.10

42. Conocí a un hombre que podía volar.

María entra al cuarto.
Sus ojos brillaban de emoción. Me agarró las manos y dijo "Conocí a un hombre que podía volar".
La miré confusa, ya que dicha acción es imposible para un ser humano sin ciertos instrumentos.
"Conocí a un hombre que podía volar" repitió María "sus alas alcanzaban el cielo. No hablaba, pero siempre sonreía. Lo observé por horas al otro lado de la calle. Perdí dos de los autobuses que pasaron" dice María.
La agarré por la cara, tratando de sentir algún cambio de temperatura; pero nada. Su piel estaba a temperatura normal, y sólo su corazón trataba de salirse de su cavidad.
"Me decidí a cruzar la calle y hacerle compañía, sólo intercambiamos miradas y nos sonreíamos el uno al otro; hasta que me ofreció su mano" hace una pausa. No me muevo. Ella continúa "sus manos parecían un reflejo. Una luz que se emanaba por sí sola. Le agarré de la mano y me colgué de su cuello. Él me abrazaba, podía sentir el calor de sus largos brazos rodeándome". Sonríe, recuerda algo y prosigue "sus alas no se movían, así que supongo que estábamos flotando... Volamos con los pájaros y arrancábamos las hojas más altas de los árboles. Reíamos mucho".
Cierra sus ojos y aprieta la boca "¡CONOCÍ A UN HOMBRE QUE PODÍA VOLAR!" grita "¡Sus alas tocaban las nubes y sus cabellos eran de seda!".

Despierto.

Mi hermana al otro lado de la habitación observándome.
No pude evitar sentir un escalofrío al ver a mi idéntica gemela.
No pude evitar sentirme asustada al saber que fui yo la que conoció a un hombre que podía volar.

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